domingo, 12 de febrero de 2017

Olivia Jeffries


Se levantó una mañana, se vistió, con el concepto de vestirse que le había inculcado su madre, y a esta se la había inculcado la sociedad. Se puso un vestido, porque las chicas no podían usar pantalón, mientras terminaba de colocarse las medias, se imaginaba como sería poder sentarse sin tener que cruzar las piernas, o saltar los charcos de la calle sin el temor de ser tachada de indiscreta o de poco femenina, de mostrar al mundo su verdadero “yo”.
Mientras cruzaba la calle, de camino a sus clases de labores del hogar, se cruzó con un par de chicos que corrían para alcanzar al vendedor de helados... Qué calor hacia, las medias comenzaban a pegársele a sus piernas debido a las altas temperaturas de aquel caluroso mes de junio, ¿por qué debía llevarlas?, Mamá le había regañado innumerables veces cuando la había descubierto jugando con sus amigas sin ellas puestas, ella intentaba explicarle el porque de no usarlas, le apretaban, no podía correr detrás del balón o subirse a los arboles sin hacerles algún rasguño, pero en esas ocasiones pareciera que usaban diferentes lenguajes, por el cual no existía la comunicación entre ellas. A veces se descubría cuestionando cosas que culturalmente se daban por hecho, ¿Qué era la cultura? ¿Por qué esa dichosa cultura se interponía a sus deseos? La madre superiora le había dicho que la cultura lo era todo, la cultura era memoria, y la memoria hablaba de quien tu eres, y de la sociedad en la que vives. Ella no quería que la sociedad la definiese, pero quien era ella en contra de la sociedad, porque tenía que ser una más, si ella solo era un cuerpo inconsciente, un cuerpo que solo se le evidenciaba en momentos de dolor o placer, un cuerpo o una máquina de tejer o de comer, de cocinar y de limpiar la casa...En estas divagaciones se encontraba cuando comenzó a sonar el reloj de la plaza, ¡dios mío! que tarde se le había hecho, echó a correr, mientras volvía a maldecir el llevar puestas las dichosas medias.